viernes, 8 de julio de 2011

UNA PASTILLA CONTRA EL DOLOR AJENO

Era temprano, apenas hacía cinco minutos que la farmacia había abierto sus puertas. Entré todavía sofocada por la carrera, cogí de la estantería el bote de aceite de onagra que necesitaba y al ir a pagar.....las ví allí en el mostrador. Pastillas contra ... el dolor ajeno. Cogí un paquete y automáticamente se me vino ella a la mente. 

Vania, si vive, debe tener ahora unos veinte años. La conocí hace diez en Azurduy, un pequeño, pequeñísimo pueblo del centro de la región boliviana de Chuquisaca. Vestía pollera, mantón y trenzas largas. Sus ojos, de un negro brillante, hablaban con intensidad sin mediar palabra y sus mejillas coloradotas revelaban, sin saberlo, la dureza del altiplano. Estaban resecas y cuarteadas como el árido suelo del que, sabe Dios cómo,  los aymaras son capaces de sacar papa y... y poco más. Iba al colegio casi todos los días. Unas veces a pie, otras con más suerte, a lomos de una acémila. Lo hizo con ganas, con muchas ganas hasta que la enfermedad se lo impidió. Una mañana de septiembre, al levantarse, notó que su ojo derecho había empezado a hinchársele. La temperatura de su cuerpo subió de tal manera que la cabeza le estallaba. No fueron los únicos síntomas  También el estómago se le inflamó, estaba estreñida y el apetito se le fue poco a poco sin saber por qué. Bueno, sí sabía lo sabía, en su foro interno lo intuía pero siempre se había dicho a sí misma que ella tendría suerte, que a ella la enfermedad sólo se le manifestaría con el paso de los años.....no fue así. Vania que como todos los habitantes de la zona vivía en una casa de adobe, había sido contagiada por el mal de Chagas, una enfermedad endémica de América Latina. Una de esas enfermedades raras, desconocidas que cada año registra 16 millones de nuevos casos, una insignificante cifra, y mata a 50.000 niños, mujeres u hombres, porque el mal de Chagas no hace distinción. Las vichucas  (los parásitos que lo trasmiten) viven en el adobe y salen por las noches en busca de sus víctimas, los más pobres entre los pobres. Les pican cuando duermen y el mal se queda dentro, aletargado. Tarda en manifestarse....a veces años, a veces semanas. 
No sé qué ha sido de Vania, no sé si la enfermedad se ha cronificado, si vive o si ha muerto, pero hoy al ver las pastillas contra el dolor ajeno me he acordado de ella después de tantos años y  me he preguntado por su suerte y la de los suyos.
A veces uno necesita toques de atención como estos para salir de su rutinaria carrera diaria.

 Eso es lo que han hecho Médicos sin fronteras con esta iniciativa: Hacernos parar un momento, pensar en aquellos a quienes todos olvidan y contribuir con un euro con quienes a diario investigan las llamadas enfermedades olvidadas, la malaria, el sida infantil, la enfermedad del sueño, la tuberculosis, el kala azar o el mal de chagas y llevan la medicina a miles de enfermos en todo el mundo.         

Esta mañana compré las seis pastillas de mentol- eucalipto que contiene la caja que Médicos sin fronteras han puesto en el mercado y, bajo prescripción médica he decidido que tanto yo como mi familia nos pondremos a partir de hoy a tratamiento continuado contra el dolor ajeno.





3 comentarios:

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  2. Animo, seguro que tienes muchas cosas interesaantes que contar,,, bienvenida, boobloguera, un abrazo, Santi

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  3. Hai un corto de Isabel Coixet en que -a la manera que tiene ella de contar historias- trata sobre el mal de Chagas. La verdad es que merece la pena ver toda la peli: "Invisibles", producida por Javier Bardem para Médicos Sin Fronteras: ttp://www.msf.es/invisibles/

    Por cierto: Ya me tarda tu siguiente entrada...

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